Hay amores de verano que duran para toda la vida, y este es uno de ellos.
Se conocieron en su pueblo de vacaciones y, como no podía ser de otra forma, su boda fue en el lugar que los vio crecer y enamorarse. Nada más bonito como juntar a toda la gente que queréis en el lugar donde comenzó vuestra historia de amor.
Una boda en un entorno rústico con la decoración acorde a ello y, por supuesto, rodeada de girasoles, la flor que vio cómo un amor adolescente continuaba con un ¡Sí, quiero!

Fotografía: Luis Mejias